Queremos honrar la memoria del poco conocido en Colombia, profesor e investigador francés Robert Faurisson, nacido en 1929 y fallecido el 21 de octubre de 2018, de
padre francés y madre escocesa, quien durante su vida enseñó letras clásicas (francés,
latín y griego) y se especializó en el análisis de textos de la literatura
francesa moderna y contemporánea, y más tarde en la crítica de textos y
documentos (Literatura, Historia y medios de comunicación), enseñando en la
Sorbona y en la Universidad de Lyon, y a quien por sus puntos de vista
históricamente revisionistas vetaron la enseñanza y lo han condenado los
tribunales, presentamos ahora un texto suyo (disponible en Internet)
escrito con motivo de la conferencia realizada en Irán hace unos años acerca del
así llamado Holocausto. Nos
parece que sus contenidos no pierden vigencia en un mundo ideológicamente
inmovilizado y con élites que pujan por establecer a machamartillo su
científicamente desacreditado dogma.
LAS VICTORIAS DEL REVISIONISMO
por Robert Faurisson, 2006
(Documento que
acompañaba la exposición oral del profesor Faurisson
en la Conferencia
Internacional sobre el "Holocausto",
el 11 de Diciembre de
2006 en Teherán).
RESUMEN
En
los Juicios de Núrenberg (1945-1946), el tribunal de los vencedores ha acusado
especialmente a la Alemania vencida de:
—1) Haber ordenado y planificado el
exterminio físico de los judíos de Europa.
—2) Haber puesto a punto y
utilizado para este fin, armas de destrucción masiva llamadas, en particular,
"cámaras de gas".
—3) Haber provocado la muerte,
esencialmente con estas armas, pero también por otros medios, de seis millones
de judíos.
En
apoyo de esta triple acusación, reanudada después de sesenta años por el
conjunto de los grandes medios de comunicación occidentales, no se ha aportado
ninguna prueba que resista el examen. El profesor Robert Faurisson dedujo de
esto en 1980:
«Las
pretendidas cámaras de gas hitlerianas y el pretendido genocidio de los judíos
forman una sola y misma mentira histórica que ha permitido una gigantesca
estafa político-financiera, cuyos principales beneficiarios son el Estado de
Israel y el sionismo internacional, y cuyas principales víctimas son el pueblo
alemán —pero no sus dirigentes— y todo el pueblo palestino».
En
2006, el profesor Faurisson mantiene íntegramente esta conclusión. Desde hace
casi sesenta años, los revisionistas, comenzando por los franceses Maurice
Bardèche y Paul Rassinier, han acumulado, desde el punto de vista histórico y
científico, una impresionante serie de victorias sobre sus adversarios. Aquí se
muestran veinte ejemplos de estas victorias, que van desde 1951 hasta nuestros
días [2004].
El
revisionismo no es una ideología sino un método inspirado por la investigación
de la exactitud en materia histórica. Las circunstancias hacen que el
revisionismo haya llegado a ser también la gran aventura intelectual del tiempo
presente.
ADVERTENCIA
La
presente exposición lleva por título "Las Victorias del
Revisionismo" y no "Historia del Revisionismo" o
"Argumentos de la Tesis Revisionista". Se trata únicamente de las
victorias que nuestros adversarios han debido concedernos de manera explícita o
implícita. No es preciso pues esperar encontrar aquí una mención sistemática de
autores, obras o argumentos revisionistas. (...) Son incontables a través del
mundo las publicaciones y los sitios de Internet de carácter revisionista y
esto a pesar de la censura y la represión.
El "Holocausto" permanece
no obstante como la única religión oficial de Occidente, una religión mortal si
lo fue. Y que continúa abusando de millones de buenas gentes por los
procedimientos más groseros: Exposición de montones de gafas, de cabellos, de
zapatos o de equipajes presentados como las "reliquias" de los
"gaseados", fotografías falsificadas o desviadas de su significado,
utilización de documentos inofensivos alterados o interpretados al revés,
puestas en escena de testigos profesionales, multiplicación hasta el infinito
de monumentos, de ceremonias, de espectáculos, machacamiento holocáustico desde
la escuela, excursiones organizadas hacia los lugares santos del pretendido
martirio judío y procesos espectaculares con llamadas al linchamiento.
El
presidente Ahmadineyad ha tenido la palabra justa: el pretendido "Holocausto" de
los judíos es un "mito", es decir, una creencia mantenida por la
credulidad o la ignorancia. En Francia es perfectamente lícito proclamar que no
se cree en Dios pero está prohibido decir que no se cree en
el "Holocausto" o simplemente que se duda de él.
Esta prohibición de toda suerte de discusión ha llegado a ser formal y oficial
con la ley del 13 de Julio de 1990. Dicha ley fue publicada en el Diario
Oficial de la República Francesa al día siguiente, es decir, el 14 de Julio,
día de conmemoración de la República y de la Libertad. Esta ley proclama que la
pena puede llegar hasta un año de prisión y una multa de 45.000 euros; pero es
igualmente posible la condena al pago de daños y perjuicios y de considerables
costas judiciales. La jurisprudencia precisa que todo esto se aplica "incluso
si (esta controversia) está presentada bajo una forma encubierta o dubitativa o
por vía de insinuación" (Código Penal, París, Dalloz,
2006, p. 2059). Francia no tiene más que un mito oficial, el del
"Holocausto" y no conoce más que una blasfemia, la que ultraja
al "Holocausto".
Personalmente,
el 11 de Julio de 2006 fui una vez más citado ante un tribunal de París sobre
el fundamento de esta ley especial. El presidente del tribunal que debía
juzgarme, Nicolás Bonnal, ¡había seguido un cursillo organizado por el Centro
Simón Wiesenthal de París bajo la égida del Consejo Representativo
de las Instituciones Judías de Francia (CRIF)! En un comunicado
titulado triunfalmente: "El CRIF es parte activa en la formación
de los magistrados europeos", este organismo judío, cuyo poder
político es exorbitante, no tenía temor en anunciar urbi et orbi que contaba a
Nicolás Bonnal entre sus alumnos o cursillistas. Eso no es todo. En mi proceso,
para ejercer buena mediación, la Procuradora de la República resultó ser una
judía de nombre Arme de Fontette; en la peroración de su requisitoria, esta última,
aunque se la supone hablar en nombre de un Estado laico, ha apelado a la
venganza de "Yahwéh, protector de su pueblo elegido"contra "los
falsos labios" de Faurisson, culpable de haber concedido una
entrevista telefónica de carácter revisionista a una emisora de
radio-televisión iraní, Sahar 1.
LAS CONCLUSIONES DE LA
INVESTIGACIÓN REVISIONISTA
Los
alemanes del Tercer Reich querían extirpar a los judíos de
Europa, pero no exterminarlos. Han deseado "una solución final territorial
de la cuestión judía" y no una "solución final" en el sentido de
eliminación física (desear una "solución final del desempleo" no
significa querer la muerte de los desempleados). Los alemanes tuvieron campos
de concentración pero no "campos de exterminio"(expresión
forjada por la propaganda Aliada). Utilizaron cámaras de gas para la
desinfección que funcionaban especialmente con un insecticida denominado Zyklon
B (a base de ácido cianhídrico) pero jamás tuvieron cámaras de gas
homicidas o camiones de gas homicidas. Utilizaron hornos crematorios para la
incineración de cadáveres y no para quemar allí seres vivos. Después de la
guerra, las fotografías llamadas "atrocidades nacionalsocialistas"
nos muestran enfermos, moribundos o muertos, pero no asesinados. A causa del
bloqueo de los Aliados, a causa de sus bombardeos generalizados y a causa del
apocalipsis vivido por Alemania al final de un conflicto de casi seis años, la
hambruna y las epidemias, especialmente de tifus, habían asolado el país y, en
particular, los campos del Oeste superpoblados por la llegada masiva de
detenidos, evacuados de los campos del Este y privados de alimento, medicinas y
el Zyklon B necesario para la protección contra la citada
enfermedad.
En
esa carnicería que es una guerra, se sufre. En una guerra moderna, los civiles
de las naciones beligerantes sufren a veces tanto, si no más, que los soldados.
Durante el conflicto que, de 1933 a 1945, los opuso a los alemanes, los judíos
europeos han tenido pues que sufrir, pero infinitamente menos que lo que se
atreven a afirmar con aplomo. Ciertamente, los alemanes los han tratado como
una minoría hostil o peligrosa (y había razones para ello) y contra esta gente
las autoridades del Tercer Reich se vieron determinadas a
tomar, a causa de la guerra, medidas cada vez más coercitivas, de policía o de
seguridad militar. En ciertos casos, estas medidas llegaron hasta ponerlos en
campos de internamiento o bien hasta la deportación hacia campos de
concentración o de trabajo forzado. A veces, los judíos fueron ejecutados
acusados de sabotaje, espionaje, terrorismo y, sobre todo, actividades
guerrilleras a favor de los Aliados, principalmente en el frente ruso, pero no
por la simple razón de que fueran judíos. Jamás Hitler ordenó o permitió que se
matara a nadie en razón de su raza o de su religión. En cuanto a la cifra de
seis millones de judíos muertos, es una pura invención que jamás ha recibido
justificación, a pesar de los esfuerzos en este sentido del Instituto Yad
Vashem de Jerusalén.
Ante
las formidables acusaciones lanzadas contra la Alemania vencida, los
revisionistas han dicho a los acusadores:
—1) Muestren ustedes un solo documento
que, en su opinión, pruebe que Hitler o cualquier nacionalsocialista haya
ordenado y planificado el exterminio físico de los judíos.
—2) Muéstrennos esa arma de
destrucción masiva que habría sido una cámara de gas; muéstrennos una sola, en
Auschwitz o en otros lugares; y si por casualidad ustedes pretenden que no
pueden mostrar ninguna porque los alemanes, según ustedes, habrían destruido
"el arma del crimen", provéannos al menos de un dibujo técnico que
represente uno de esos mataderos que, según creen ustedes, habrían sido
destruídos por los alemanes, y explíquennos cómo esta arma de fantástico
rendimiento ha podido funcionar bien sin entrañar la muerte de los ejecutores o
de sus ayudantes;
—3) Explíquennos cómo han llegado
ustedes a su cifra de seis millones de víctimas.
Ahora
bien, en más de 60 años, los historiadores-acusadores judíos o no judíos se han
mostrado incapaces de aportar una respuesta a estas tres preguntas. Ellos
acusan, pues, sin pruebas. Eso se llama calumniar.
Pero
hay algo más grave: los revisionistas han enumerado una serie de hechos reales
que prueban que este exterminio físico, esas cámaras de gas y esos seis
millones no han podido existir.
—1) El primero de estos hechos es
que, durante toda la duración de la guerra, millones de judíos europeos han
vivido o visto con conocimiento de todos que una buena parte de ellos fueron
empleados en fábricas por los alemanes que adolecían cruelmente de mano de
obra, y esos millones de judíos no fueron asesinados. Más aun: los alemanes
ofrecieron obstinadamente a los Aliados, hasta los últimos meses del conflicto,
liberar a tantos judíos como desearan con la condición expresa de que ello no
fuera para enviarlos a Palestina, y esto en consideración hacia "el
noble y valiente pueblo árabe" ya agobiado por los colonos
judíos.
—2) El segundo de estos hechos, que
se nos oculta cuidadosamente, es que los excesos eventualmente cometidos contra
los judíos podían entrañar las más severas sanciones: matar un solo judío o una
sola judía, podía significar, incluído esto para los soldados alemanes, ser
condenado a muerte por un tribunal militar y fusilado. Dicho de otro modo, los
judíos que vivían bajo administración alemana, si respetaban los reglamentos en
vigor, continuaban gozando de la protección de la ley penal, incluso frente a
las fuerzas armadas.
—3) El tercero de estos hechos es
que las pretendidas cámaras de gas nacionalsocialistas de Auschwitz o de otro
lugares, son simplemente inconcebibles por razones físicas o químicas que son
evidentes: nunca, después del pretendido gaseamiento con gas cianhídrico de
cientos o miles de personas en un local, hubieran podido penetrar otros hombres
en un verdadero baño de ese veneno para manipular y extraer allí tantos
cadáveres que, impregnados de cianuro tanto por fuera como por dentro, se
habrían hecho intocables. El gas cianhídrico se adhiere fuertemente en las
superficies; penetra incluso el cemento y el ladrillo y es difícil de ventilar;
penetra en la piel, se instala en los cuerpos, se mezcla con las secreciones
humorales. En Estados Unidos, es precisamente ese gas el que se utiliza, aun en
nuestros días, en una cámara de gas para ejecutar a un condenado a muerte, pero
precisamente esta cámara es de acero y cristal, provista de una maquinaria
obligatoriamente muy complicada, y necesita de extraordinarias precauciones de
empleo; es suficiente ver una cámara de gas estadounidense destinada a ejecutar
a un solo individuo, para darse cuenta de que las pretendidas cámaras de gas de
Auschwitz que supuestamente han servido para ejecutar a multitudes de
individuos, día tras día, no han podido ni existir ni funcionar.
Pero
entonces, se nos dirá, ¿qué ha sido de todos esos judíos los cuales, según
hemos concluído nosotros los revisionistas de nuestras investigaciones, no han
sido jamás asesinados? La respuesta está ahí, bajo nuestros ojos y al alcance
de todos: una parte de los judíos de Europa ha muerto, como decenas de millones
de no-judíos, como consecuencia de la guerra, del hambre, de las epidemias, y
otra parte sobrevivió completamente, por millones, a la guerra. Estos últimos
se han hecho abusivamente llamar "objeto de un milagro". En 1945, los
judíos "supervivientes" o los del "milagro" se contaban por
millones, y formaron enjambres en una cincuentena de países del mundo,
comenzando por Palestina. ¿Cómo una pretendida decisión de exterminio físico total
de los judíos podría así engendrar millones de "milagrosos"
supervivientes judíos? Millones de "milagrosos" supervivientes judíos
no es un milagro: es un milagro falso, es una mentira, es un fraude.
Por
mi parte, en 1980, he resumido en una frase de sesenta palabras (francesas) las
conclusiones de las investigaciones revisionistas:
«Las
pretendidas cámaras de gas hitlerianas y el pretendido genocidio de los judíos
forman una sola y misma mentira histórica que ha permitido una gigantesca
estafa político-financiera, cuyos principales beneficiarios son el estado de
Israel y el sionismo internacional, y cuyas principales víctimas son el pueblo
alemán —pero no sus dirigentes— y todo el pueblo palestino».
Hoy,
en 2006, o sea veintiséis años más tarde, mantengo esta frase en su integridad,
lo cual no me ha sido inspirado por ninguna simpatía o antipatía política o
religiosa. Esto encuentra su fundamento en hechos probados que habían comenzado
a hacer salir a la luz, por una parte, Maurice Bardèche, en 1948 y en 1950, con
sus dos libros sobre el proceso de Núrenberg y, por otra parte, Paul Rassinier,
en 1950, publicando La Mentira de Ulises. A partir de 1951, año
tras año, nuestros adversarios, tan ricos, tan poderosos, tan encarnizados en
practicar todas las formas posibles de represión contra el revisionismo, se han
visto constreñidos a darnos progresivamente la razón sobre los planos técnico,
científico e histórico. Las victorias obtenidas por el revisionismo de la
Segunda Guerra Mundial son numerosas y significativas pero, hay que reconocerlo
desgraciadamente, permanecen aun en nuestros días casi desconocidas para el
gran público. Los poderosos han hecho todo para ocultarlas al mundo. Esto se
comprende: su dominio y su reparto del mundo están de alguna manera fundados
sobre la religión del pretendido "Holocausto" de los
judíos. Poner en cuestión el "Holocausto", desvelar
públicamente la extraordinaria impostura, arrancar su máscara a los políticos,
a los periodistas, a los historiadores, a los universitarios, a los hombres de
iglesias, de clanes, de capillas que, durante más de sesenta años han predicado
la falsificación enarbolando el anatema contra los impíos, constituye una
peligrosa aventura. Pero como se va a ver, a pesar de la represión, el tiempo
parece acabar por jugar a favor de los revisionistas.
EJEMPLOS DE VICTORIAS REVISIONISTAS
No
recordaré aquí más que veinte de estas victorias:
—1) En 1951, el judío León
Poliakov, que había estado destinado en la delegación francesa en el proceso de
Núrenberg (1945-1946) concluyó que, de todos los aspectos de la historia del
Tercer Reich disponemos de una superabundancia de documentos,
con la excepción de un solo punto: la "campaña de exterminio de los
judíos". Y al respecto escribe: "No ha quedado ningún
documento, posiblemente nunca ha existido ninguno" (Breviaire
de la Haine, París, Calmann-Lévy, 1974-1951, p. 171).
Comentario: Aquí hay una extraordinaria concesión a la tesis
revisionista. En efecto, una empresa criminal tan formidable supuestamente
concebida, ordenada, organizada y perpetrada por los alemanes habría necesitado
un orden, un plan, unas instrucciones, un presupuesto... Una empresa tal,
mantenida durante años, sobre todo un continente y produciendo la muerte de
millones de víctimas, habría dejado una oleada de pruebas documentales. En
consecuencia, si se nos viene a decir que quizá no han existido nunca tales pruebas
documentales, es que el crimen en cuestión no ha sido perpetrado. En ausencia
de todo documento, el historiador no tiene más que callarse. L. Poliakov ha
hecho esta concesión en 1951, es decir, hace 55 años. Ahora bien, es preciso
saber que, desde 1951 hasta 2006, sus sucesores han fracasado igualmente en
hallar la menor prueba documental. De vez en cuando, aquí o allá, se ha
insistido en tentativas de hacernos creer en tal o cual hallazgo pero, cada
vez, como se verá aquí más adelante, ha sido necesario bajar el tono de la
pretensión.
—2) En 1960, Martin Broszat,
miembro del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, escribió: "Ni
en Dachau, ni en Bergen-Belsen, ni en Buchenwald, han sido gaseados judíos u
otros detenidos" (Die Zeit, 19 de Agosto de 1960, p. 16).
Comentario:
Esta concesión súbita e inexplicable es significativa. En el proceso de
Núrenberg la única cámara de gas homicida que la acusación se atrevió a
mostrarnos en una película fue la de Dachau, y fueron numerosos los testimonios
de pretendidos gaseamientos homicidas en los tres campos arriba mencionados. M.
Broszat reconocía pues implícitamente que estos testimonios eran falsos. No nos
dice en qué eran falsos. No nos dice tampoco cuáles otros testimonios
sustentadores, por ejemplo, sobre Auschwitz, Majdanek, Treblinka, Sobibor o
Belzec, continúan siendo dignos de fe.
En la
década de los '80, en Dachau, un cartel indicaba en cinco idiomas que "la
cámara de gas disfrazada de ducha" que los turistas visitaban no
había"servido nunca" como tal. Los revisionistas
preguntaron entonces por qué el local podía ser calificado como "cámara de
gas" homicida. De pronto, las autoridades del Museo de Dachau retiraron
ese cartel para reemplazarlo por otro donde, en alemán y en inglés, se dice
ahora: "Cámara de gas. Aquí se encontraba el centro potencial de
muerte en masa", y se añade que "hasta 150 personas
podían ser gaseadas a la vez" en este espacio con el Zyklon
B. Obsérvense las palabras "potencial" y "podían". La
elección de estas palabras da testimonio de una buena picardía: era preciso
crear entre los turistas la idea de que la llamada "cámara de gas"
sirvió efectivamente par matar pero, al mismo tiempo, permite replicar a los
revisionistas: "Nosotros no hemos dicho expresamente que esta
cámara de gas ha servido para matar; hemos dicho simplemente que podía o que
habría podido, en la época, servir para matar a tantas personas". Para
concluír, en 1960, M. Broszat, sin ninguna explicación, decretó en una simple
carta que nadie había sido gaseado en Dachau; después, en los años que
siguieron, las autoridades del Museo de Dachau, muy molestas, trataron, a costa
de diferentes supercherías que han ido variando con el tiempo, de confundir a
los visitantes dejándoles creer que en esa sala con aspecto de ducha (y con
motivo, porque en efecto lo era) se había gaseado a la gente.
—3) En 1968, la historiadora judía
Olga Wormser-Migot, en su tesis sobre "El Sistema
Concentracionario Nazi, 1933-1945" (París, Presses universitaires
de France, 1968) ha consagrado toda una argumentación a lo que ella llama
"El Problema de las Cámaras de Gas" (p. 541-544). Allí expresa su
escepticismo sobre el valor de célebres testimonios que afirman la existencia
de cámaras de gas en campos como los de Mauthausen o de Ravensbrück. Sobre
Auschwitz-I ella es formal: ese campo donde hoy los turistas visitan una
pretendida cámara de gas, estaba en realidad "sin cámara de gas" (p.
157).
Comentario:
Para llevar contra los vencidos horribles acusaciones de gaseamientos
homicidas, solamente se ha dado crédito a los testimonios, y tales testimonios
no han sido verificados. Notemos aquí el caso particular de Auschwitz-I: hace
pues 38 años una historiadora judía ha tenido el coraje de escribir que este
campo "no tenía cámara de gas"; sin embargo, aun hoy día, en 2006,
los turistas visitan en masa en Auschwitz-I una sala a la que se osa falazmente
presentarla como una "cámara de gas". Estamos, pues, ante una
superchería.
—4) En 1979, treinta y cuatro
historiadores franceses han firmado una extensa declaración común en respuesta
a los argumentos técnicos que yo había personalmente invocado para demostrar
que la existencia y funcionamiento de las cámaras de gas nacionalsocialistas
tropezaban con imposibilidades materiales radicales. Según la tesis oficial,
Rudolf Höss, uno de los tres sucesivos comandantes de Auschwitz, había
confesado (!) y descrito cómo en Auschwitz y en Birkenau se gaseaba a los
judíos. Después de esa confesión, muy vaga, añade que cuando las víctimas parecían
haber exhalado el último suspiro, se ponía en marcha un aparato de ventilación
y un equipo de prisioneros judíos entraba inmediatamente en la amplia sala para
retirar los cadáveres y transportarlos hasta los hornos crematorios. R. Höss
decía que estos judíos procedían a este trabajo negligentemente, fumando y
comiendo. Yo hice observar que esto es imposible: no se puede entrar fumando y
comiendo en un local saturado de ácido cianhídrico (gas virulento, penetrante y
explosivo) para tocar, manipular y extraer miles de cadáveres impregnados de
ácido cianhídrico y por lo tanto intocables. En su declaración, los 34
historiadores me han respondido: "No hace falta preguntarse cómo
ha sido posible técnicamente una tal matanza en masa. Ha sido técnicamente
posible puesto que ha tenido lugar" (Le Monde, 21 de
Febrero de 1979, p. 23).
Comentario:
Esta respuesta viene a esquivar la cuestión planteada. Si se elude así es
porque se es incapaz de responder. Y si 34 historiadores se encuentran a este
respecto incapaces de explicar cómo ha sido perpetrado un crimen de esta
dimensión, es porque este crimen desafía las leyes de la Naturaleza; es, pues
imaginario.
—5) En 1979, igualmente, las
autoridades estadounidenses se decidieron por fin a hacer públicas las fotografías
aéreas de Auschwitz que, hasta el momento, tenían ocultas. Con cinismo o
ingenuidad, los dos autores de la publicación, Dino A. Brugioni y Robert G.
Poirier, antiguos miembros de la CIA, dan a la pequeña colección de fotos el
título de The Holocaust Revisited, y pegan aquí y allá etiquetas
con las palabras de "gas chamber(s)", pero en sus
comentarios nada viene a justificar tales denominaciones. (Central
Intelligence Agency, Washington, February 1979, ST-79-10001).
Comentario:
Hoy, en 2006, esta superchería nos hace pensar en la miserable demostración del
ex-ministro estadounidense Colín Powell tratando de probar, con el mismo
procedimiento de etiquetas pegadas sobre fotos aéreas, la existencia de
fábricas de producción de "armas de destrucción masiva" en el Iraq de
Sadam Hussein. En realidad esas fotografías de Auschwitz imponen un desmentido
a la tesis de las cámaras de gas nacionalsocialistas. Lo que se ve claramente
sobre ellas son apacibles crematorios sin ninguna multitud de gente amontonada
en el exterior esperando penetrar en los pretendidos vestuarios y las
pretendidas cámaras de la muerte. Los terrenos de los alrededores están
despejados y visibles por todas partes. Los arriates de los jardincillos de
estos crematorios están bien dibujados y no tienen ninguna huella del pisoteo,
cada día, de miles de personas. El crematorio N° 3, por ejemplo, está contiguo
a lo que nosotros sabemos que era, gracias a documentos seguros del Museo
del Estado de Auschwitz, un campo de fútbol y próximo a un terreno de
vóleibol (Hefte von Auschwitz, 15, 1975, grabado fuera de texto en la
pág. 56 y pág. 64). Está igualmente próximo a los 18 barracones hospitalarios
del campo de hombres. Hubo 32 misiones aéreas de los Aliados por encima de toda
esa zona que comprendía también las importantes instalaciones industriales de
Monowitz. Se comprende que los Aliados hayan bombardeado en varios asaltos el
sector industrial, exceptuando, dentro de lo posible, lo que era evidentemente
un campo de concentración, de trabajo y de tránsito y no "un campo
de exterminio" sobre el cual no cayeron a fin de cuentas más que
algunas bombas perdidas.
—6) En 1982, el 21 de Abril, se
fundó en París una asociación para el estudio de los asesinatos por gas bajo el
régimen nacionalsocialista (ASSAG) «...con el fin de investigar y
controlar los elementos que aporten la prueba de utilización de gases tóxicos
por los responsables del régimen nacionalsocialista en Europa para asesinar
personas de diferentes nacionalidades, contribuír a la publicación de estos
elementos de prueba, establecer a este efecto todos los contactos útiles en el
plano nacional e internacional».
El
artículo 2 de los estatutos dispone: "La duración de la asociación
está limitada a la realización de su objetivo enunciado en el articulo 1".
Sin embargo, esta asociación fundada por 14 personas, entre ellas Germaine
Tillion, Georges Wellers, Geneviéve Anthonioz nacida de Gaulle, Marie Bernard
Jouanneau y Pierre Vidal-Naquet, no ha publicado jamás nada en cerca de un
cuarto de siglo y continúa existiendo en 2006. Para el caso de que ésta
replicara que ha producido un libro titulado Cámaras de Gas, Secreto de
Estado, convendría recordar que se trata en realidad de la traducción al
francés de una obra publicada en alemán por Eugen Kogon, Hermann Lengbein y
Adalbert Rückerl, y donde figuran algunas contribuciones de algunos miembros de
la ASSAG (París, Editions du Minuit, 1984).
Comentario:
Por sí solo, el título de esa obra da una buena idea de su contenido: en lugar
de pruebas, apoyadas en fotografías de cámaras de gas, de diseños, de croquis,
de informes de expertos sobre el arma del crimen, el lector no encuentra más
que especulaciones a partir de lo que se ha llamado "elementos de
pruebas" (y no "pruebas"), y esto porque, según se nos dice,
esas cámaras de gas habrían constituído el más grande de los secretos posibles,
un "secreto de Estado". Si hay un "arma de destrucción
masiva" que haya merecido una peritación en buena y debida forma, sería
ésta. En efecto, constituye una anomalía en la historia de la ciencia, por al
menos dos razones: no ha tenido precedente, y no ha tenido continuidad. Ha
surgido de la nada para volver a la nada. Ahora bien, la historia de la ciencia
no conoce ningún fenómeno de este género. En todo caso, del solo hecho de la
existencia de esta asociación aun hoy en 2006, se puede decir que la denominada
ASSAG no ha realizado nunca el objetivo para el cual fue fundada, pronto hará
25 años. No ha encontrado pues ni pruebas, ni siquiera elementos de pruebas de
la existencia de las "cámaras de gas nazis".
—7) En 1982, del 29 de Junio al 2
de Julio, se celebró en la Sorbona de París un coloquio internacional bajo la
presidencia de dos historiadores judíos, François Furet y Raymond Aron. Según
sus organizadores, se trataba de replicar solemne y públicamente a Robert
Faurisson y a "un puñado de anarco-comunistas" que le habían aportado
su apoyo (alusión a Pierre Guillaume, Jean-Gabriel Cohn-Bendit, Serge Thion,
así como a otros libertarios, a veces judíos). El último día, durante la rueda
de prensa tan esperada, los dos organizadores debieron admitir públicamente
que, "a pesar de las investigaciones más eruditas", no se había
encontrado una orden de Hitler de matar a los judíos. En cuanto a las cámaras
de gas, no hicieron la menor alusión.
Comentario:
Este coloquio constituyó la primera tentativa de mostrar al gran público que
los revisionistas mentían. Como en otros coloquios del mismo género
(especialmente en 1987 siempre en la Sorbona) se prohibió el acceso a los
revisionistas, y, como todos los demás coloquios, sin excepción, desembocó en
un completo fracaso para sus organizadores.
—8) En 1983, el 26 de Abril, llegaba
a su fin, en apelación, el largo proceso que se me había incoado en 1979,
especialmente por organizaciones judías, a causa de "daños a
personas" por "falsificación de la Historia" (sic). Ese
día, la primera sala de la corte de apelación civil de París, sección A
(presidente Gregoire), confirmando mi condena por "daños a terceros",
rendía un acentuado homenaje a la calidad de mis trabajos. Se pronunciaba en
efecto que no se podía descubrir en mis escritos sobre las cámaras de gas
ninguna huella de ligereza, ninguna señal de negligencia, ningún indicio de
ignorancia deliberada, ningún trazo de mentira y que, en consecuencia, "el
valor de las conclusiones defendidas por M. Faurisson (sobre las cámaras de
gas) señala pues la sola apreciación de los expertos, historiadores y
público".
Comentario:
Si no se puede descubrir en el autor de trabajos que refutan la tesis de las
cámaras de gas ni ligereza, ni negligencia, ni ignorancia deliberada, ni
mentira, ni "falsificación", ello es la prueba de que estos trabajos
son los de un investigador serio, aplicado, concienzudo, probo y auténtico, y
esto en tal grado que se debe tener el derecho de sostener públicamente que las
llamadas cámaras de gas no son más que un mito.
—9) En 1983, el 7 de Mayo, Simone
Veil, que es judía y ella misma una "superviviente del genocidio",
declaró respecto a las cámaras de gas:
«En
el curso de un proceso incoado a Faurisson por haber negado la existencia de
las cámaras de gas, los que incoan el proceso están constreñidos a aportar la
prueba formal de la realidad de las cámaras de gas. Ahora bien, todos saben que
los nazis destruyeron
esas cámaras de gas y suprimieron sistemáticamente a todos los testigos» (revistaFrance-Soir,
7 de Mayo de 1983, p. 47).
Comentario:
Si no hay arma del crimen ni testimonios, ¿qué queda?. ¿Qué pensar de los
locales presentados como cámaras de gas a millones de visitantes engañados?;
¿qué pensar de los personajes que se presentan como testigos o
"milagreros" de las cámaras de gas? Por su parte, S. Veil es la
primera autoridad holocáustica que da a entender de esa manera que todo
pretendido testigo de gaseamientos no puede ser más que un falso testigo. Ya el
6 de Marzo de 1979, durante el debate Dossiers de l'Ecran organizado
por la televisión francesa sobre el estreno del folletín estadounidense "Holocausto",
la señora Veil había manifestado su desprecio por Maurice Benroubi, presentado
como un "testigo de las cámaras de gas". Esto último fue brevemente
indicado con extrema discreción en relación a su "testimonio"
aparecido poco antes en L 'Express (3-9 de Marzo de 1979, pp.
107-110).
—10) En 1961, el judío Raúl
Hilberg, Número Uno de los historiadores ortodoxos, había publicado la primera
edición de su obra mayor, y fue en 1985 cuando publicó la segunda edición,
profundamente revisada y corregida. La distancia es considerable entre las dos
ediciones y no puede explicarse más que por la sucesión de victorias
conseguidas mientras tanto por los revisionistas. En la primera edición había
afirmado fríamente que "la destrucción de los judíos de
Europa" había sido desencadenada después de dos órdenes sucesivas
dadas por Hitler. No precisa ni la fecha ni el contenido de esas órdenes.
Después pretendía explicar detalladamente el proceso político, administrativo y
burocrático de esa destrucción; por ejemplo, llega a escribir que en Auschwitz
el exterminio de los judíos estaba organizado por un departamento encargado a
la vez de la desinfección de las ropas y del exterminio de seres humanos (The
Destruction of the European Jews, 1961, reeditado en 1979 por Quadrangle
Books, Chicago, p. 177, 570).
Sin
embargo, en 1983, renunciando totalmente a esta explicación, R. Hilberg afirma
de repente que el proceso de "destrucción de los judíos de Europa" se
desarrolló a fin de cuentas sin plan, sin organización, sin centralización, sin
proyecto, sin presupuesto, sino en todo y por todo gracias a "una
increíble confluencia de las mentes, una transmisión consensual de pensamiento
en el seno de una vasta burocracia", la burocracia alemana ("an
incredible meeting of minds, a consensus mind-reading by a far-flung
bureaucracy", Newsday, New York, 23 de Febrero de 1983, p.
II/3). R. Hilberg confirmará esta explicación bajo juramento en el proceso
contra Zündel de 1985 en Toronto, el 16 de Enero de 1985 (acta de declaración
verbal, p. 848); después la confirmará de nuevo pero con otras palabras en la
versión profundamente revisada de su obra (The Destruction of the European
Jews, New York, Holmes & Meyer, 1985, pp. 53, 55, 62). Y acaba por fin
de confirmarla de nuevo en Octubre de 2006 en una entrevista concedida a Le
Monde:
«No
había esquema director preestablecido. En cuanto a la cuestión de la decisión,
esto es en parte insoluble. Nunca se ha encontrado ninguna orden firmada por la
mano de Hitler, sin duda porque tal documento no ha existido jamás. Estoy
persuadido de que las burocracias son mudas por una especie de estructura
latente: cada decisión acarrea otra, después otra y así sucesivamente, incluso
si no es posible prever exactamente la siguiente etapa» (Le Monde des Livres, 20 de Octubre de
2006, p. 12).
Comentario:
El historiador Número Uno del genocidio de los judíos se encontró, pues, tan
desamparado, que repentinamente ha llegado a negarse a sí mismo y a explicar
una gigantesca empresa de asesinato colectivo como si ésta fuera hecha, por
decirlo así, por obra del Espíritu Santo. Evoca, en efecto, una
"confluencia de mentes" en el seno de una burocracia, y califica a
esta confluencia de "increíble". Si es increíble ¿por qué habría de
creerse?. ¿Es preciso creer lo increíble?. Invoca también una "transmisión
de pensamiento" y la califica de "consensual", pero se
trata de una pura especulación intelectual a base de creencia en lo
sobrenatural. ¿Cómo creer en un fenómeno de ese género, en particular en el
seno de un vasto aparato burocrático y, más particularmente aun, en el seno de
la burocracia del Tercer Reich?.
Hay
que notar que a la manera de R. Hilberg, los historiadores oficiales, en los
años 1980-1990, se ponen a abandonar la Historia y a caer en la metafísica y la
jerga. Se interrogan sobre el punto de saber si sería preciso ser
"intencionalista" o "funcionalista": ¿Debería suponerse que
el exterminio de los judíos se produjo como consecuencia de una
"intención" (no probada todavía) o según un plan concertado (todavía
no encontrado), o bien este exterminio se produjo por sí mismo, espontáneamente
y con improvisación, sin intención formal y sin ningún plan? Este tipo de
controversia confusa da testimonio del desconcierto de historiadores que,
incapaces de proveerse de pruebas y documentos en apoyo de sus tesis, se
reducen a teorizar en el vacío. En el fondo, unos, los
"intencionalistas", nos dicen: "Ha tenido que haber
necesariamente una intención y un plan que nosotros todavía no hemos encontrado
pero que acaso descubriremos un día", mientras que los otros nos
afirman: "No hay necesidad de rebuscar las pruebas de una
intención y de un plan porque todo ha podido pasar sin intención, sin plan y
sin dejar huellas; tales huellas son inencontrables porque no han existido
jamás".
—11) En Mayo de 1986, en Francia,
los judíos, alarmándose al constatar que no conseguían replicar a los
revisionistas sobre el simple plano de la razón, decidieron emprender una
acción con objeto de obtener la represión legal del revisionismo. Estos judíos
son principalmente Georges Wellers y Pierre Vidal-Naquet reunidos, con sus
amigos, en torno al Gran Rabino de Francia, René Samuel Sirat (Bulletin
Quotidien de l'Ágence Telegraphique Juive, 2 de Junio de 1986, pp. 1, 3).
Al cabo de cuatro años, el 13 de Julio de 1990, obtendrán, gracias
principalmente al judío Laurent Fabius, presidente de la Asamblea
Nacional, la votación de una ley especial que permite imponer a toda
persona que mantenga públicamente propósitos revisionistas respecto al
"exterminio de judíos", una pena que puede llegar hasta un año de
prisión, una multa máxima de 300.000 francos (45.000 euros) además de otras
penas. Este golpe de fuerza constituye una flagrante confesión de debilidad.
Comentario:
G. Wellers y P. Vidal-Naquet se alarmaron sobre todo por el fallo del tribunal
del 26 de Abril de 1983 (véase más arriba, el parágrafo 8). El primero
escribió: "La corte ha reconocido que (Faurisson) estaba bien
documentado. Lo cual es falso. Es asombroso que la corte lo haya aceptado" (Le
Droit de Vivre, Junio-Julio 1987, p. 13). El segundo ha escrito que la
Corte de Apelación de París "ha reconocido la seriedad del trabajo
de Faurisson, lo cual es el colmo, y en suma no lo ha condenado más que por
haber actuado con malevolencia resumiendo sus tesis en slogans" (Les
Assassins de la Memoire, París, La Découverte, 1987, p. 182).
—12) En 1986, en Agosto, Michel de
Boüard, antiguo resistente deportado, profesor de Historia, decano de la
Facultad de Letras de la Universidad de Caen, miembro del Instituto de
Francia, responsable, en el seno del Comité de Historia de la Segunda
Guerra Mundial, de la comisión de Historia de la deportación, ha declarado que
a fin de cuentas "el informe está podrido". Precisó que el informe en
cuestión, el de la historia del sistema concentracionario alemán, estaba
"podrido" por, según sus propias palabras, estar lleno "enormemente
de fabulaciones, de inexactitudes obstinadamente repetidas, especialmente en el
aspecto numérico, de amalgamas, de generalizaciones". Haciendo alusión
a los estudios de los revisionistas, añadió que había "por otra
parte, estudios críticos muy densos para demostrar la inanidad de estas
exageraciones" (Ouest-France, 2-3 de Agosto de 1986, p.
6).
Comentario:
M. de Boüard era un historiador profesional, e incluso el historiador francés
más competente en materia de Historia de la deportación. Hasta 1985 defendía la
posición estrictamente ortodoxa y oficial. Con la lectura de la tesis del
revisionista Henri Roques sobre el pretendido testimonio del SS Kurt
Gerstein, comprendió su error. Lo reconoció honestamente, llegando a decir que
si hasta ese momento él había garantizado personalmente la existencia de una
cámara de gas en el campo de Mauthausen, era un error basado en creer lo que se
decía. (Su muerte prematura en 1989 privó al campo revisionista de una eminente
personalidad que prometía publicar una obra destinada a poner en guardia a los
historiadores contra las mentiras oficiales de la historia de la Segunda Guerra
Mundial).
—13) En 1988, Arno Mayer, profesor
estadounidense de origen judío que enseñaba Historia de Europa contemporánea en
la Universidad de Princeton, escribió a propósito de las "cámaras de
gas nazis": "Las fuentes para el estudio de las
cámaras de gas son a la vez raras y poco confiables" (The
"Final Solution" in History, Nueva York, Pantheon Books, 1988, p.
362).
Comentario:
Todavía hoy, en 2006, el gran público persiste en creer que, tal como se lo
sugieren incansablemente los medios de comunicación, las fuentes para el
estudio de las cámaras de gas son innumerables e indiscutibles. En
el coloquio de la Sorbona de 1982, A. Mayer, al igual que su amigo Pierre
Vidal-Naquet, no había tenido palabras lo bastante duras para los
revisionistas; sin embargo, seis años más tarde, he aquí que este historiador
ultraortodoxo se ha acercado considerablemente a las conclusiones
revisionistas.
—14) En 1989 el historiador suizo
Philippe Burrin, teniendo por principio y sin demostrarlo que las cámaras de
gas nacionalsocialistas y el genocidio judío habían ocurrido realmente, intentó
determinar en qué fecha y por quién había sido tomada la decisión de exterminar
físicamente a los judíos de Europa. No es en esto más advenedizo que todos sus
colegas "intencionalistas" o "funcionalistas" (Hitler et
les Juifs. Genese d'un Genocide, París, Seuil, 1989). Le ha sido necesario
constatar la ausencia de huellas del crimen y anotar lo que
decidió llamar "la obstinada borradura de la huella de un paso
humano" (p. 9). Deplora "las grandes lagunas de la
documentación" y añade:
«No
subsiste ningún documento que lleve una orden de exterminio firmada por Hitler.
(...) Según toda verosimilitud, las órdenes fueron dadas verbalmente (...) las
huellas son aquí no solamente poco numerosas y dispersas, sino difíciles de
interpretar» (p. 13).
Comentario:
He aquí un historiador profesional que reconoce que no puede aportar ningún
documento en apoyo de la tesis oficial. El gran público se imagina que las
huellas del crimen de Hitler son numerosas y sin ambigüedad, pero el
historiador que ha examinado la documentación correspondiente no ha encontrado
nada salvo raras apariencias de "huellas" a las cuales él mismo se
pregunta qué interpretación darle.
—15) En 1992, Yehuda Bauer,
profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, declaró con motivo de una
conferencia internacional que se celebró en Londres sobre el genocidio de los
judíos: "El público repite todavía, día tras día, la necia
historia que pretende que el exterminio de los judíos se decidió en
Wannsee"(Comunicado de la Jewish Telegraphic Agency reproducido
en The Canadian Jewish News, 30 de Enero de 1992).
Comentario:
Aparte del hecho de que una lectura atenta del "acta" de la reunión
de Berlín-Wannsse del 20 de Enero de 1942 prueba que los alemanes consideraban
una "solución final territorial (eine territoriale
Endlösung) de la cuestión judía", que desembocara en un "resurgimiento
judío" en un espacio geográfico a determinar, la declaración
bastante tardía de Yehuda Bauer confirma que este punto mayor de la tesis del
exterminio de los judíos no tiene ningún valor. Añadamos, por nuestra parte,
que el exterminio de los judíos no se decidió ni en Wannsse ni en ninguna otra
parte. La expresión "campos de exterminio" no es más
que una invención de la propaganda de guerra estadounidense, y los ejemplos
prueban que, durante esa guerra, el asesinato de un solo judío o de una sola
judía exponía a su autor, fuera éste civil o militar, miembro o no de la SS,
a pasar por un consejo de guerra del ejército alemán y a ser fusilado (en 60
años jamás un solo historiador ortodoxo ha aportado una explicación a este
género de hechos revelados por la defensa incluso delante del tribunal de
Núrenberg).
—16) En Enero de 1995, el
historiador francés Eric Conan, coautor con Henry Rousso de Vichy, un
Pasado que No Pasa (París, Gallimard, 2001), escribió que finalmente
yo había tenido razón al certificar, a fines de los años '70, que la cámara de
gas visitada en Auschwitz por millones de turistas era completamente falsa.
Según E. Conan, expresándose en un gran semanario francés: «Todo ahí es
falso (...) A finales de los años '70 Robert Faurisson sacó tanto provecho de
esas falsificaciones que los responsables del museo tuvieron entonces que
reconocerlas a regañadientes».
E.
Conan prosigue: «[Hay personas], como Théo Klein, [que prefieren que se
deje la cámara de gas] como está, pero explicando al público el disfraz:
"La Historia es la que es; basta con contarla, aun cuando no es simple,
antes que añadir de nuevo artificio al artificio"».
E.
Conan añade después una intención sorpréndete de la subdirectora del Museo
Nacional de Auschwitz, que no se decide a explicar al público el disfraz.
Escribe: «Krystyna Oleksy (...) no se decide: "Por el momento, se
la deja como estaba [la sala calificada como cámara de gas] y no se precisa
nada al visitante. Esto es demasiado complicado. Se verá más tarde"» (Eric
Conan, Auschwitz: La Memoria del Mal, L'Express, 19-25 de Enero de
1995, p. 68).
Comentario:
Este propósito de una responsable polaca significa claramente que se ha
mentido, se miente y, hasta nueva orden, se seguirá mintiendo. En 2005 pregunté
a E. Conan si las autoridades del Museo de Auschwitz habían publicado un
desmentido o elevado una protesta contra la intención que él había atribuido a
K. Oleksy en 1995. Su respuesta fue que no había recibido ni desmentido ni
protesta. En 1996 esta y otras imposturas concernientes también al campo de
Auschwitz han sido denunciadas por dos autores judíos, Robert Jan van Pelt y
Deborah Dwork, en una obra escrita en común, Auschwitz, desde 1270
hasta el Presente, Yale University Press. He aquí una muestra de las
palabras que les vienen a la pluma: "ofuscación de posguerra", "adiciones", "tachaduras", "supresión", "reconstrucción", "reconstrucción
de posguerra en gran parte" (p. 363), "reconstruído", "usurpación", "recreado", "cuatro
aberturas practicadas en el techo, como para que el Zyklon B fluyera
hacia el interior de la cámara de gas, fueron instaladas [después de la guerra]"
(p. 364), "falsificado", "inexacto", "mala
información", "inapropiado" (p. 367), "falsificando" (p.
369). En 2001, el carácter falaz de esta cámara de gas Potemkin fue
también reconocido en un folleto que acompañaba a dos CD-ROM y
titulado El Negacionismo. Redactado por Jean Marc Turine y Valerie
Igounet, este folleto está prologado por Simone Veil (Radio-France-INA,
Vincennes, Frémeaux et Associés).
—17) En 1996, Jacques Baynac,
historiador francés, de Izquierda y resueltamente anti-revisionista desde 1978,
acabó por admitir, hechas todas las reflexiones, que no había pruebas de la
existencia de las cámaras de gas nacionalsocialistas. No se puede —escribe— más
que constatar "la ausencia de documentos, huellas u otras pruebas
materiales". Pero dice que persiste en creer en la existencia de esas
mágicas cámaras de gas (Le Nouveau Quotidien de Lausanne, 2 de
Septiembre de 1996, p. 16, y 3 de Septiembre de 1996, p. 14).
Comentario:
En suma, J. Baynac dice: "No hay pruebas, pero yo creo",
mientras que un revisionista piensa: "No hay pruebas, entonces
rehusó creer y mi deber es impugnar".
—18) En 2000, al finalizar su Historia
del Negacionismo en Francia (París, Gallimard, 2000), Valerie Igounet
publicó un extenso texto en cuyo final Jean-Claude Pressac, que había sido uno
de los enemigos más determinados de los revisionistas, firma una verdadera acta
de capitulación. En efecto, retomando la palabra del profesor Michel de Boüard,
declara que el informe del sistema concentracionario está "podrido",
y esto de manera irremediable.
El
escribe: "¿Se puede enderezar el entuerto?". Y
responde: "Es demasiado tarde". Añade: "La
forma actual, sin embargo triunfante, de la presentación del universo de los
campos está condenada". Termina opinando que todo lo que se ha
inventado así alrededor de sufrimientos demasiado reales está destinado "al
basurero de la Historia" (pp. 651-652). En 1993-1994, este
protegido del judío francés Serge Klarsfeld y del rabino estadounidense Michael
Berenbaum, director científico del Museo del Holocausto de
Washington, había sido celebrado en el mundo entero como un extraordinario
buscador que, en su libro Los Crematorios de Auschwitz, la Maquinaria
del Asesinato en Masa (París, CNRS editions, 1993), había enterrado,
según parecía, a la hidra del revisionismo. Aquí, en este libro de V. Igounet,
se le ve firmar su capitulación.
Comentario:
El gran público está mantenido en la ignorancia de un hecho capital: el hombre
providencial que la prensa del mundo entero había presentado como un
extraordinario buscador que había descubierto por fin la prueba científica de
la existencia de las cámaras de gas nacionalsocialistas, este hombre, acabó por
reconocer su error. Algunos años más tarde, ningún órgano de prensa informó de
su muerte.
—19) En 2002, R. J. van Pelt, ya
citado, publicó The Case for Aschwitz. Evidence from the Irving Trial,
Indiana University Press. Se sabe que David Irving, que es cuando mucho un
semi-revisionista y que conocía mal la argumentación revisionista, perdió el
proceso por difamación que había tenido la imprudencia de intentar contra la
universitaria judía estadounidense Deborah Lipstadt. Trató torpemente de
sostener la tesis —perfectamente justa por lo demás— según la cual no
existieron cámaras de gas homicidas en Auschwitz. Pero del mismo modo faltó un
punto esencial y, si el juez Charles Gray, y luego otros jueces después de este
último, hubiera tenido más valor, este punto habría debido permitirle ganar su
causa. El argumento se resumía en una fórmula de cuatro palabras que yo había
lanzado en 1994: "No holes, no Holocaust" (sin
agujeros [en el techo, para dejar caer el gas], no hay Holocausto).
Mi razonamiento había sido el siguiente:
1. Auschwitz es el centro del "Holocausto".
2. Los grandes crematorios de
Auschwitz-Birkenau, o Auschwitz-II, están en el centro del vasto complejo de
Auschwitz.
3. En el corazón de estos
crematorios se encuentran, según parece, una o varias cámaras de gas homicidas.
4. Hoy, solo uno de estos
crematorios (el crematorio N° 3), aunque está en ruinas, permite examinar el
local que se dice haber sido una cámara de gas homicida; es el supuesto lugar
de un crimen igualmente supuesto.
5. Se nos afirma que, para matar a
los detenidos judíos en ese local, un SS, desplazándose sobre el
techo de hormigón de la supuesta cámara de gas, vertía gránulos de Zyklon
B por cuatro orificios regulares situados en el techado.
6. Sin embargo es suficiente con
tener ojos para darse cuenta de que tales orificios no han existido jamás.
7. El crimen, pues, no ha podido
cometerse.
Comentario:
R. J. van Pelt, testimoniando contra D. Irving, se las ha visto, y ha deseado
encontrar un alto a este argumento. Al fin y al cabo, ni él ni sus
colaboradores son advenedizos en esto. El juez Gray ha tenido que reconocer
también "la aparente ausencia de evidencias de orificios" (acta
verbal, p. 490) y, de una forma más general, concedió que "documentos
contemporáneos rinden una evidencia poco clara de la existencia de cámaras de
gas concebidas para matar seres humanos" (p. 489; para más
detalles, remitirse a las páginas 458-460, 466-467, 475-478 y 490-506). En el
texto mismo de su enjuiciamiento, Charles Gray reconocía su sorpresa: "Tengo
que confesar que, en común con la mayoría de la gente, he dado por supuesto que
la evidencia del exterminio en masa de los judíos en las cámaras de gas de
Auschwitz era convincente. Tengo, sin embargo, que dejar de lado esta idea
preconcebida mientras se valora la evidencia aducida por las partes en estos
actos" (13.71). El fracaso de los historiadores-acusadores es
aquí flagrante, y D. Irving tendría que haber ganado su proceso gracias a esta
constatación de un juez que le era hostil: los documentos de la época no nos
revelan decididamente más que pocos elementos de prueba, que sean claros, de la
existencia de las cámaras de gas nacionalsocialistas y también de una política
alemana de extermino de los judíos. ¿No es esto, después de todo, lo que concluían
ya, como hemos visto más arriba, muchos historiadores judíos, empezando por
León Poliakov en 1951?.
—20) En 2004, un historiador
francés, Florent Brayard, publicó una obra titulada La "Solución
Final" de la Cuestión Judía. La Técnica, el Tiempo y las Categorías de la
Decisión, Paris, Fayard. En 2005, en una reseña de esta obra, pueden leerse
las tres frases siguientes:
«Se
sabe que el Führer no
redactó ni firmó una orden de supresión de los judíos, que las decisiones
—porque hubo muchas— se tomaron en el secreto de conversaciones con Himmler,
quizá Heydrich y/o Göring. Se supone que, más que una orden explícita, Hitler
dio su aprobación a peticiones o proyectos de sus interlocutores. Quizá no la
formuló él mismo, pero se hacía entender por un silencio o un asentimiento» (Yves
Ternon, Revue d'Histoire de la Shoah, Julio-Diciembre 2005, p.
537).
Comentario:
Casi a cada palabra, estas frases demuestran que su autor se ha reducido a
aventuradas especulaciones. Cuando se atreve a anticipar sin el menor indicio
que quizá Hitler se hacía entender "por un silencio o un
asentimiento", no hace más que retomar la teoría del
"asentimiento con la cabeza" dado por el Führer, teoría
emitida por el profesor Christopher Browning en el proceso contra Zündel en
Toronto en 1988. Nunca un universitario de convicción anti-revisionista se ha
mostrado más lamentable y más tonto que este shabbat-goy. Esto es
tan cierto que, anonadada por las victorias revisionistas, la tesis oficial ha
terminado por vaciarse de todo contenido científico.
* * * *
BALANCE DE ESTAS VICTORIAS
REVISIONISTAS
Recapitulemos
brevemente estas victorias revisionistas.
Puestos
contra la pared por los revisionistas, los historiadores oficiales del
pretendido exterminio físico de los judíos han terminado por reconocer que,
desde el punto de vista histórico y científico, ya no les queda ningún
argumento para sostener su atroz acusación. Ellos reconocen, en efecto:
—1) Que no pueden invocar ningún
documento que pruebe el crimen.
—2) Que son incapaces de
proporcionar la menor representación del arma del crimen.
—3) Que no poseen pruebas ni
tampoco elementos de pruebas.
—4) Que no pueden nombrar ningún
testigo verídico.
—5) Que su informe está podrido,
irremediablemente podrido, y que está destinado al basurero de la Historia.
—6) Que las fuentes en otro tiempo
invocadas se han revelado no solamente bastante más escasas de lo que se
pretendía sino también dudosas.
—7) Que las pretendidas huellas son
poco numerosas, dispersas y de difícil interpretación.
—8) Que ha existido por parte de
ellos falsificación, disfraz y artificio.
—9) Que en apoyo de la tesis
oficial se ha invocado demasiado a menudo una "necia historia", la de
una decisión de exterminar a los judíos que se habría tomado el 20 de Enero de
1942 en Berlin-Wannsee.
—10) Que el primero de entre ellos,
Raúl Hilberg, se ha reducido hoy a explicarlo todo, de manera extravagante, a
través de supuestas iniciativas que, según él, la burocracia alemana habría
tomado atrevidamente sin orden, sin plan, sin instrucción, sin control y
simplemente gracias, según parece, a una increíble confluencia de mentes y a
una transmisión del pensamiento consensual.
Estos
historiadores oficiales no han sabido responder a ninguna pregunta o
constatación de los revisionistas del género de:
—1) Muéstrenme o dibújenme una
cámara de gas nacionalsocialista.
—2) Tráiganme una prueba, una sola
muestra de evidencia, a su propia elección, en base a la cual se afirme que
tuvo lugar un genocidio.
—3) Tráiganme un testimonio, un
solo testimonio, el mejor en su opinión.
—4) Sin orificios no hay "Holocausto".
Acorralados
contra las cuerdas del ring, los historiadores de la Corte han
recurrido a los tribunales para condenar a los revisionistas, pero, contra lo
esperado, se consiguió que los jueces hayan llegado a veces incluso a rendir
homenaje a la probidad de los revisionistas, o bien han manifestado su sorpresa
ante la rareza o ausencia de pruebas documentales de parte de los acusadores.
Entonces, primero en Francia y después en muchos otros países de Europa, estos
acusadores han apelado a la promulgación de leyes especiales para hacer callar
a los revisionistas. Allí han firmado su perdición. Recurrir a leyes
especiales, a la policía y a la prisión, es confesar su impotencia para
utilizar los argumentos de la razón, de la Historia y de la ciencia.
Todavía
podrían ser aquí recordados cien argumentos más que prueban que, en el ámbito
de la Historia y de la ciencia, no queda piedra sobre piedra del inmenso
edificio de mentiras levantado por los secuaces del "Holocausto" o"Shoah".
En contraste con este campo de ruinas se ha visto construír el edificio de toda
una literatura revisionista. Se descubren en profusión documentos, fotografías,
peritajes, transcripciones de procesos, informes técnicos y científicos,
testimonios, estudios estadísticos, el 100% de aspectos de la historia de la
Segunda Guerra Mundial que muestran lo que ha sido en realidad la suerte de los
judíos europeos y que demuestran de manera brillante que la versión judía de
esta guerra pertenece ampliamente al orden del mito.
Del
mito, los judíos van a la mitología, y de la mitología a la religión, o más
bien, a la apariencia de religión. Hoy los servidores de esta falsa religión se
asemejan cada vez más a sacerdotes que continúan oficiando y que recobran las
fórmulas consagradas, pero manifiestamente sin tener ya fe. No creen ya
verdaderamente en su "credo". Es así, por ejemplo, cómo después de
una decena de años se les ve aconsejar a sus fíeles observar la más grande
discreción posible sobre el asunto de las cámaras de gas.
En
sus Memorias, el gran testigo falso Elie Wiesel escribió en
1994: "Sería mejor que las cámaras de gas permanezcan cerradas a
las miradas indiscretas. Y a la imaginación" (Tous les
FleuvesVont a la Mer, París, Le Seuil, 1994, p. 97). Como él, Claude
Lanzmann (autor de la película Shoah), Daniel Goldhagen (autor
de Hitler's Willing Executioners), Simone Veil (ex-presidente
del Parlamento Europeo, ya mencionada) y François Léotard
(ex-ministro), llegan a ser desde hace algunos años extrañamente reservados,
prudentes o silenciosos sobre el asunto.
Hace
algunos meses, Jacques Attali (hombre de negocios judío e historiador) acaba de
decretar: "La inmensa mayoría de los judíos asesinados lo fueron
por armas individuales de soldados y policías alemanes, entre 1940 y 1942, y no
por las fábricas de la muerte, creadas después" (Groupes de
Criminéls, L'Express, 1° de Junio de 2006, p. 60). Esta manera implícita de
pasar a pérdidas y ganancias las pretendidas cámaras de gas se vuelve cosa
corriente. Se trata de reemplazar la mentira de Auschwitz por la mentira de
Babi Yar o de otras fantásticas matanzas en Ucrania o en los países bálticos
pero, ni una sola vez, se nos ha provisto a este respecto de pruebas
científicas tales como informes de exhumación y de autopsia, lo cual sí se ha
hecho en el caso de matanzas reales perpetradas por los soviéticos en Katyn, en
Vinnitsa y en otros lugares. En cuanto al número de muertos en Auschwitz unos
nos dicen nada menos que fue de 9.000.000 (como en Noche y Niebla),
de 8.000.000, de 6.000.000 o de 4.000.000 (como en los juicios de Núrenberg o
en las lápidas de Auschwitz-Birkenau hasta 1990). Otros se contentan con
1.500.000 (como sobre estas mismas lápidas desde 1995), o 1.100.000, o 700.000
(como lo escribió J.-Presac), o aun 510.000 (como ha concluído Fritjof Meyer en
2002, Die Zahl der Opfer von Auschwitz, p. 631-641). Todas estas
últimas cifras no están más fundadas que las precedentes.
CONCLUSIÓN GENERAL
Nos
ha sido otorgado el privilegio de asistir, en este principio del siglo XXI, a
un serio cuestionamiento de una de las más grandes mentiras de la Historia. El
mito del "Holocausto", por más que hizo brillar mil
fuegos, en realidad se consume. Ha servido para justificar la creación en la
tierra de Palestina de una colonia guerrera que tomó el nombre de "Estado
Judío" y que se ha dotado de un "Ejército Judío". Impone al
mundo occidental el yugo de una tiranía judía o sionista que se ejerce en todos
los ámbitos de la vida intelectual, universitaria y mediática. Envenena hasta
el alma de un gran pueblo, Alemania. He permitido arrebatar a esta última, lo
mismo que a otros muchos países del mundo accidental, sumas exorbitantes de
marcos, de dólares o de euros. Nos agobia con películas, museos y libros que
mantienen el fuego de un odio de carácter talmúdico. Permite llamar a la
cruzada armada contra "el eje del mal" y, para ello, fabricar a
granel las más desvergonzadas mentiras sobre el modelo precisamente de la Gran
Mentira del "Holocausto", porque no hay ninguna
diferencia entre las "armas de destrucción masiva" de
Adolf Hitler y las de Sadam Hussein.
Dicho
mito permite acusar casi al mundo entero y exigir por todas partes
"arrepentimiento" y "reparaciones", sea por pretendidas
acciones dirigidas contra "el pueblo elegido de Yahvé", sea por una
pretendida complicidad en el crimen, sea por una pretendida indiferencia
general con respecto a la suerte de los judíos durante la Segunda Guerra
Mundial. Tiene en su activo oleadas de procesos trucados, empezando por el
infame proceso de Núrenberg. Ello ha autorizado millares de ahorcamientos de
soldados vencidos, una atroz Depuración, la deportación de millones de civiles
expulsados de la tierra de sus ancestros, pillajes sin nombre, decenas de miles
de escandalosos procesos judiciales, incluídas hoy las persecuciones que
afectan a octogenarios o nonagenarios contra los cuales vienen a dar falso
testimonio los "amilagrados" judíos.
Estas
abominaciones, esta desmesura en la mentira y el odio, esta "hybris"que
un día u otro el destino acaba siempre por castigar, en suma, todos estos
excesos, deben llegar a su fin. Ningún pueblo se ha mostrado más paciente con
esta "hybris" judía o sionista que el pueblo árabe;
pero este pueblo está al extremo de la paciencia. Se va a desembarazar del yugo
israelí y a hacer comprender a Occidente que ha llegado el tiempo de buscar una
verdadera paz en lugar de sostener por las armas un Estado artificial que no se
mantiene más que por la fuerza. Incluso en Occidente, incluso en Estados
Unidos, se están abriendo los ojos de algunos y se está tomando conciencia de
los peligros que se hace correr a la comunidad internacional por una sumisión
tan prolongada a la falsa religión del "Holocausto", arma
Nº 1, espada y escudo del Estado de Israel.
CONCLUSIÓN PRÁCTICA
Existen
medios prácticos de entablar una verdadera acción contra esta religión falsa
cuyo santuario se sitúa en Auschwitz.
Como
se sabe, en el corazón de Auschwitz se encuentra una cámara de gas emblemática.
Hasta ahora la han visitado alrededor de 30 millones de turistas. Se trata de
una impostura; todos los historiadores tienen conciencia de ello, y las
autoridades del Museo del Estado de Auschwitz lo saben mejor que nadie. Ahora
bien, la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura) ha inscrito este campo, el 26 de Octubre de 1979, a
instancias del Gobierno polaco, en la lista de lugares o bienes culturales del
Patrimonio Mundial, quedando la UNESCO a cargo de garantizar su autenticidad.
Por mi parte, sugiero pues que la UNESCO se haga cargo de este caso de
superchería que constituye un atentado a la educación, a la ciencia y a la
cultura. De una forma más general, podríamos retomar la frase pronunciada en
1979 por Jean-Gabriel Cohn-Bendit: "Luchemos pues para que se
destruyan esas cámaras de gas que se muestran a los turistas en los campos
donde se sabe ahora que no hubo nada de eso"(Liberation, 5 de
Marzo de 1979, p. 4).
Hay
otros medios prácticos de luchar contra la tiranía del mito del "Holocausto",
comenzando por anunciar al mundo entero estas "victorias
revisionistas" que le estaban ocultas hasta aquí. Yo tengo confianza en
los revisionistas presentes en esta asamblea para que nos sugieran otros medios
y para discutir sobre ello.
Practicando
la mentira a gran escala, los devotos del "Holocausto" se
han hecho poco a poco enemigos del género humano. Después de más de 60 años
acusan progresivamente al mundo entero o poco menos. Su blanco principal es,
por supuesto, Alemania y todos los que, a lado de ese país, creyeron que debían
luchar contra Stalin, de la misma manera que otros, en el campo contrario,
pensaban que debían luchar contra Hitler. Pero, en su frenesí acusador, las
organizaciones judías llegaron hasta vituperar a los Aliados por su pretendida
"indiferencia" criminal ante la suerte de los judíos europeos.
Interpelaron a Roosevelt, a Churchill, a De Gaulle, al Papa Pío XII, al Comité
Internacional de la Cruz Roja, así como a muchas otras personalidades,
instancias y países por no haber denunciado las "cámaras de gas".
¿Pero como se habría podido tener por verificado algo que no era,
evidentemente, otra cosa que un grotesco rumor de guerra?. Basta con leer la
obra del judío Walter Laqueur, The Terrible Secret(Londres, Weidenfeld
& Nicholson, 1980) para recoger allí una treintena de referencias al
escepticismo, perfectamente justificado, del campo Aliado ante la ola de
rumores provenientes de fuentes judías. Se habían llevado a cabo encuestas que
permitieron concluír que esos rumores eran infundados. De lo que dieron prueba
pues los Aliados y los demás acusados es de perspicacia y no de indiferencia.
De esa misma perspicacia han dado testimonio después de la guerra en sus
discursos o en sus memorias, Churchill, De Gaulle y Eisenhower, guardándose de
mencionar, ni siquiera una sola vez, las citadas "cámaras de gas".
La
guerra y la propaganda de guerra tienen necesidad de la mentira tanto como los
cruzados y el espíritu de cruzada se alimentan de odio. Por el contrario, la paz
y la amistad entre los pueblos no pueden sino salir ganando con el cuidado de
la exactitud en materia de investigación histórica, una investigación que debe
poder ejercerse con toda libertad.
DOS PIEZAS AÑADIDAS QUE SE REFIEREN
A LA PRETENDIDA CÁMARA DE GAS DE
AUSCHWITZ
1) Texto íntegro de lo que ha dicho
sobre esto Eric Conan en 1995
«Otra
cuestión delicada: ¿qué hacer con las falsificaciones heredadas de la gestión
comunista? En los años '50 y '60, muchas construcciones, que habían
desaparecido o cambiado de aplicación, fueron reconstruídas con grandes errores
y presentadas como auténticas. Algunas, demasiado "nuevas", se
cerraron al público, para no hablar de cámaras de gas de despiojamiento,
presentadas a veces como cámaras de gas homicidas. Estas aberraciones han
servido mucho a los negacionistas, que han sacado de ello lo esencial de sus
tramas. El ejemplo del Crematorio I, el único de Auschwitz, es significativo.
En su morgue se instaló la primera cámara de gas. Funcionó poco tiempo, a
principios de 1942: el aislamiento de la zona que implicaban los gaseamientos
perturbaba la actividad del campo. Se decidió entonces, a fines de Abril de
1942, transferir esos gaseamientos mortales a Birkenau donde se practicaron sobre
las víctimas, principalmente judíos, a una escala industrial. El Crematorio I
fue, seguidamente, transformado en un refugio antiaéreo, con sala de operación.
En 1948, cuando la creación del museo, el Crematorio I fue reconstruído en un
supuesto estado de origen. Todo allí es falso: las dimensiones de la cámara de
gas, el emplazamiento de las puertas, las aberturas para el vertido del Zyklon
B, los hornos, reconstruídos según los recuerdos de algunos supervivientes,
la altura de la chimenea...
«A finales
de los años '70, Robert Faurisson explotó con mayor razón estas falsificaciones
que los responsables del museo se negaban entonces a regañadientes a
reconocerlas. Un negacionista estadounidense acaba de rodar un video-film en
la cámara de gas (siempre presentada como auténtica): se le ve allí interpelar
a los visitantes con sus "revelaciones". Jean-Claude Pressac, uno de
los primeros en establecer exactamente la historia de esa cámara de gas y de
sus modificaciones durante y después de la guerra, propone restaurarla en su
estado de 1942, fundándose sobre planos alemanes que acaba de encontrar en los
archivos soviéticos. Otros, como Théo Klein, prefieren dejarla como está, pero
explicando al público el disfraz: "La Historia es la que es; es
suficiente contarla, incluso cuando no es simple, mejor que añadir artificio al
artificio". Krystyna Oleksy, cuyo despacho de dirección, que
ocupa el antiguo hospital de los SS, da directamente sobre el
Crematorio I, no se decide: "Por ahora se la deja como está y no se
precisa nada al visitante. Es demasiado complicado. Se verá más tarde"»
(Eric Conan, Auschwitz: La Memoria del Mal, L'Express, 19-25 de
Enero de 1995, pp. 54-69; p. 68).
En su
amplio estudio, E. Conan ha querido mostrar cuánta distancia hay de la
"memoria" a la Historia. Lo ha hecho sin recusar el dogma del "Holocausto";
incluso llega a decir que cree en la existencia del arma de destrucción masiva
llamada "cámara de gas", y ha presentado como exactos y demostrados a
asesinatos que no tienen el menor fundamento científico. Sin embargo, tuvo el
valor de denunciar graves mentiras, entre ellas la de la emblemática
"cámara de gas" que hoy se presenta a los visitantes de Auschwitz. Y
se atreve a admitir que, desde finales de los años '70, yo tenía razón sobre el
asunto. En 2005 le pregunté si su estudio había suscitado rectificaciones o
protestas, en particular por parte de las autoridades del Museo Nacional de
Auschwitz y de Krystyna Oleksy. Su respuesta fue: "Ninguna".
2) Texto íntegro de lo que se dice
sobre esto en un folleto de CD-ROM prologado por Simone Veil
«(Robert
Faurisson) tiene la motivación: el amor exclusivo por la verdad; tal sería una
de sus obsesiones. Universitario, Robert Faurisson no cesará de utilizar esta
garantía científica, diciéndose prueba de respetabilidad. Lee a Maurice
Bardéche. Descubre a Paul Rassinier. "Desmenuza" a Rimbaud,
Lautreamont y Apollinaire. Hombre brillante y cultivado, no es menos un
provocador. Durante los años '70, Robert Faurisson trabaja. Bosqueja su método
histórico-literario. Se traslada a los archivos de Auschwitz. Su negación se va
a construír allí. Ésta reposa sobre un hecho real: la cámara de gas del campo
de Auschwitz I es una "reconstrucción", puesto que sirvió como
almacén para los medicamentos de los SS y de refugio antiaéreo
después de la puesta en servicio de las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau;
lo que él ha podido ver (y lo que se puede todavía ver) es una cámara de gas
supuesta. Esto es innegable. Esto no impide que para Robert Faurisson se trata
de una superchería cuyos autores son los judíos» (Le Negationisme 1948/2000,
Conversaciones difundidas por France Culture bajo la dirección
de Jean-Marc Turine. Folleto por Valérie Igounet y Jean-Marc Turine, prologado
por Simone Veil, Vincennes, Frémeuax et Associés, 2001, 48 páginas; p. 27-28).–
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